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La juventud ilumina el camino
Cada 12 de agosto se celebra el Día Internacional de la Juventud, una etapa que muchos quisieran eternizar por las oportunidades, aprendizajes y sueños que la acompañan. En este marco, conversamos con una joven que encarna el espíritu de entrega, energía y compromiso que define a una generación capaz de transformar su entorno. Su nombre es Elizabeth García Mendoza, y su historia es una invitación a no dejar que se apague la luz de la pasión por lo que hacemos.
Elizabeth tiene 31 años y vive en Güira de Melena, municipio de Artemisa, junto a su esposo, su pequeña hija y su madre, quien también forma parte de la gran familia de ETECSA. Graduada en Gestión Sociocultural para el Desarrollo, se desempeña como Técnica en Gestión de Recursos Humanos en el Centro de Telecomunicaciones de su localidad. Pero su impacto va mucho más allá de su cargo: lidera un círculo de interés sobre telecomunicaciones para niños y jóvenes —creado por iniciativa propia— y es activista digital en su centro, labor que asume con entusiasmo y responsabilidad.
Su vínculo con ETECSA es profundo y emocional. “Desde que nací, ETECSA ha sido parte de mi vida. Mi mamá es fundadora de la empresa desde 1994, el mismo año en que nací. Desde pequeña me llevaba a su trabajo, y así fui descubriendo el mundo de las telecomunicaciones. Nunca dudé de que esta era la profesión que quería ejercer”, nos cuenta con orgullo.
Quienes la conocen coinciden en que Elizabeth es una joven entusiasta, creativa y ejemplar. Su actitud positiva y su entrega incondicional ante cualquier tarea la convierten en referente. ¿Qué la impulsa a ser así? Ella lo explica con sencillez:
“Creo que cada persona tiene un carácter distinto, y a mí me tocó uno alegre, activo, con ganas de hacer cosas. No puedo estar sentada ocho horas, mi mente no se detiene. A veces tengo problemas, pero mi trabajo es mi terapia. ETECSA es parte de lo que me hace ser tan entregada.”
Ser madre, esposa, hija y trabajadora en tiempos complejos es un desafío que Elizabeth enfrenta con perseverancia. “Ha sido difícil, pero mi niña está en el círculo infantil y mi esposo tiene un horario flexible que le permite cuidarla. Sin su apoyo, nada sería posible.”
Para ella, el mayor logro no está en los reconocimientos, sino en el respeto de quienes la rodean. “Sentir que soy importante para los demás, que me valoran, que me quieren… eso es lo que más me llena.”
En lo profesional, sus aspiraciones son claras: mantener resultados relevantes y cumplir con cada tarea con excelencia. “Siempre trabajo con positivismo, con el afán de hacer lo mejor posible.”
Elizabeth también reflexiona sobre los retos que enfrenta la juventud cubana:
“Lo más difícil es cuando nos encontramos con barreras para desarrollar nuestras ideas. Transformar mentalidades es complicado, sobre todo cuando se imponen criterios. Estamos en un contexto de cambio, y los jóvenes vemos la vida laboral de forma distinta. Hay que confiar en nosotros, permitirnos crear, guiarnos desde la experiencia, pero también reconocer que el futuro está en nuestras manos.”
Se describe como un alma incansable, que contagia energía y motiva a quienes la rodean a dar lo mejor de sí. Su mensaje para los jóvenes es claro y poderoso:
“A pesar de las dificultades económicas y sociales, el deseo de transformar, de innovar, no debe apagarse. Cuando hay ganas de hacer, se hace. Cuando hay amor por lo que uno hace, no hay obstáculo que importe.”
Quienes han tenido el privilegio de compartir con Elizabeth coinciden en que su luz inspira. Y es inevitable pensar en aquella canción de Arnaldo y su Talismán: “No dejes que se apague la lucecita.” Esa lucecita que representa la pasión, el compromiso y el amor por la profesión. Esa que Elizabeth mantiene encendida cada día, y que deseamos nunca se apague —ni en ella, ni en los jóvenes que como ella, son el motor del presente y la esperanza del futuro.